21 nov 2015

Ese miedo no es nuestro

Los tableteos de los kalashnikov y las personas bomba de París no desataron nuestro miedo de forma inmediata. Primero quisimos saber qué estaba pasando, ya que las primeras informaciones fueron tan atropelladas y dispersas que desorientaban más que ayudaban. El periodismo se ha tenido que adaptar a nuestro afán de sincronía, de querer estar en nuestra vida y al mismo tiempo en el lugar de la noticia. Por eso lo primero que nos sirve es confusión: el ruido de las explosiones, las sirenas, las quejas de los heridos, las evoluciones de la policía a la que persiguen los camarógrafos, por cierto temerariamente. Antes de que nadie pudiera asimilarlo, cuando todavía las piezas del rompecabezas estaban buscándose para encajar sobre el tapete, los tertulianos ya adelantaban sus conclusiones. Esa es otra de las características de la prensa actual: hay un grupo de enterados que medran emitiendo opiniones antes de haberse estudiado los temas, antes de conocerlos, analizarlos y dominarlos. A veces incluso se les presenta como expertos, para justificar su presencia y reforzar lo que dicen. Y lo que dicen son demasiadas veces barruntos unánimes, como si obedeciesen a una misma consigna. Las intuiciones de estos oráculos nos situaron en una guerra abierta contra ISIS en la que salíamos perdiendo. Como los medios compiten por ser los más seguidos, y como el morbo vende, proliferaron los mensajes alarmistas hasta desatar una epidemia de pavor. Es cierto que el terrorismo es un fenómeno imprevisible. Pero también es cierto que este terrorismo lo han creado las armas e incluso el entrenamiento de los ejércitos occidentales, y es cierto que crece gracias a que no se les dejan salidas dignas, ni siquiera como refugiadas, a las personas que viven donde está el petróleo que todos se disputan. Pero, más que los ataques de Mali o de París, lo que nos está matando es que la mitad de los españoles siga en paro, que los que trabajan no tengan un sueldo digno y que los que gobiernan digan que esto va mejorando y que hay que seguir así. Esa es la guerra que estamos perdiendo. La perspectiva de que eso no cambie, esa sí que da pánico de verdad.

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