Decía Pascal, y han repetido otros muchos autores, que todos nos vamos
contando nuestra historia a nosotros mismos, y que esa historia es nuestra
identidad. Cualquiera que se haya parado y haya conseguido apartarse lo
suficiente del ruido ambiental como para pensar, se habrá dado cuenta de que hablaba
consigo mismo. Si la voz cambia de tono y de personaje, y se transforma por
ejemplo en Pepito Grillo o nos ordena hacer cosas violentas o estrafalarias,
quizá haya que preocuparse. Pero si solo hay una voz, se trata del hilo
imparable de nuestros pensamientos. Claro que los tiempos han cambiado y al
hilo sonoro se le adhieren imágenes. Hace años, mi amigo Pipiyo me preguntó si
sentía que una música acompañaba a mis distintas actividades. Hasta entonces no
reparé en que mi vida era una película sin banda sonora. Hay otras
limitaciones: no podemos ser al mismo tiempo el personaje y el cámara ¿Quién nos
filma entonces? Los que hemos crecido en las leyendas que conforman la cultura
católica asumimos que Dios es omnipresente y nos contempla en todo momento y en
todo lugar. Una amiga me comentaba que de pequeña tenía reparos en visitar el
retrete porque se sentía observada por Dios hasta en esos momentos íntimos.
Aquellos a los que la fe nos abandonó hemos perdido también al director de
nuestra película y muchas veces descuidamos el perfil o el posado en el
encuadre. Para compensarlo, muchos se aferran al frenesí tecnológico y llevan
cámaras en la frente cuando montan en moto o hacen puenting, y se hacen selfis
a todas horas y miran la vida a través de la cámara de su móvil para que no se
desperdicie ni un detalle de lo que hacen, con quién están y dónde. No viven, o
no sienten que están viviendo de forma plena, si no fotografían. Confían sus
emociones a las imágenes y supongo que luego buscarán ratos para rumiar lo que
fotografiaron, de tal manera que viven en diferido lo que no vivieron
íntegramente en directo. De este modo evitan la ansiedad de haber pasado por las
experiencias sin guardar una prueba de haberlas vivido. Tras observar el
fenómeno, el hilo de mis pensamientos también deja constancia en este artículo.
25 dic 2015
18 dic 2015
Caca de vaca
Hace treinta años, visité Trevélez, un pequeño pueblo alpujarreño.
Solo recuerdo que sus calles estaban literalmente forradas de excrementos de
rumiante. Aparte de la incomodidad de ir mirando por dónde pisaba, lo que quizá
me impidió apreciar otros valores del municipio, aquella proliferación me
pareció de lo más normal en un pueblo ganadero. Es de suponer que cualquiera de
nuestros concejos, incluido este donde vivimos, hace menos tiempo del que nos
figuramos estuvo igual de sembrado como consecuencia del trasiego de rebaños y
acémilas. Sin embargo, los tiempos cambian que es una barbaridad y con ellos la
cultura, que no es otra cosa que nuestra forma de mirar el suelo. Hemos llegado
al extremo de que nos molesta la presencia de una sola deposición en nuestro
ámbito. Curiosamente no es raro que la pisemos sin danos cuenta. Y ya hemos
comprobado que, en contra del rumor popular, no trae premio. Ahora que han
retrocedido los rumiantes, los autores de la fechoría son casi siempre perros.
Perros que tienen dueño, al que se le exige, por civismo, que recoja los
residuos y los aparte de nuestra vista y de nuestro avance. Ahora bien, ¿dónde
acaba el espacio protegido? Mi mujer y yo solemos pasear por un sendero situado
a cinco minutos del pueblo. El otro día, un señor y su perro de lanas paseaban
delante de nosotros. De pronto el animal, con naturalidad canina, se detuvo y
defecó. Mi mujer, más impulsiva, al ver que se alejaban, le preguntó al dueño
si pensaba recoger la huella del delito. El sendero es estrecho, muy transitado
y suele estar limpio. El hombre arguyó que aquello era campo y que la sustancia
en cuestión era biodegradable. Se le indicó que era un problema de urbanidad.
Replicó que urbanidad viene de urbe y que aquello no era una urbe, pero que
miraría si alguna ley lo prohibía y que, en caso que así fuera, volvería a
recogerla. Al regresar, comprobamos que se lo había pensado mejor. Y se lo
agradecimos mentalmente. Así, sin catarnos, vamos ampliando los límites libres
de impurezas fecales y disminuyendo nuestra tolerancia al excremento. Con
nostalgia, me pregunté si en Trevélez habrán cambiado las cosas.
12 dic 2015
Un café para entender el fanatismo
El sábado que viene a las nueve de la noche estrenamos Un café bien cargado, una obra teatral en
la que dos terroristas dilucidan una cuenta pendiente. Será en la Sala Ea
Teatro, en los antiguos cines Candilejas. Dirige el montaje Engracia Cruz y los
actores José Zafrilla y Juan Cris Perona encarnan a los sicarios de ETA que
se encuentran después de varios años y retoman un duelo que tenían pendiente.
No se trata de un duelo a tiros, como los del Oeste, sino de algo más sutil. Porque
las personas mantenemos duelos sin darnos cuenta. Competimos por un
aparcamiento, por un trabajo, por llevar la voz cantante en una tertulia, por un
ligue. Como toda la información que recibimos sobre el terrorismo está mediatizada
por las fechorías que cometen los activistas y por los macabros efectos de sus
acciones, cuando les salen bien, inconscientemente simplificamos y tendemos a
pensar que los terroristas no son personas, sino monstruos. Pero es evidente
que, además de monstruos, son personas que tienen sus inquietudes, sus miedos,
sus cabreos. Personas que se enamoran y que comen y van al baño como cualquier
hijo de vecino. De hecho, pueden ser el hijo del vecino. Lo que aparentemente
los diferencia de la normalidad es que tienen enquistada una obsesión que ellos
confunden con una idea. En definitiva, son fanáticos. El fanatismo no es un
fenómeno exclusivo del terrorismo. Todos somos fanáticos en algún campo. La
diferencia es que no matamos a nadie. Hay fanatismos benignos, como ser del
Real Madrid y cegarse defendiendo a Cristiano Ronaldo, o del Barcelona y tener
a Messi en el altar íntimo. A un fanático es imposible convencerlo porque no
está dominado por una idea sino por un sentimiento, y contra los sentimientos
no hay razonamiento que valga. De hecho la principal condición para ser un
fanático es no aceptar que uno es un fanático. El fin de semana que viene, las
urnas se llenarán de votos de personas que no conciben ni se plantean que pueda
existir una opción que no sea la de siempre. Nosotros representaremos Un café bien cargado para tratar de
entender que nada de lo humano, ni siquiera el terrorismo, nos es ajeno.
3 dic 2015
Paraíso, hasta que llegamos
Uno de los más grandes favores que uno puede hacerle al planeta,
además de firmar para que el Ártico sea un santuario, es no revelarle a nadie, pero
absolutamente a nadie, las coordenadas de ese lugar maravilloso que tanto nos
gusta. En cuanto se nos vaya la boca y se entere alguien, lo hemos sentenciado.
Porque a estas alturas es muy evidente que una de las grandes pulsiones humanas
es hacerse una casa en el paraíso. Si puede ser en medio mismo, mejor. Y si
puede ser un chalé de lujo, mucho mejor, porque esa es la señal con la que los listos
marcan su poderío en la tierra. Paradójicamente, uno de los ingredientes
esenciales del paraíso es que no haya casas en los alrededores. Y si puede ser,
que no haya tampoco luces artificiales ni asfalto, ni todas esas materias que
conforman lo que hoy entendemos como civilización, que equivale a decir
urbanización. Una señora en Fuerteventura se desmayó porque la metían en la
cárcel. Y la metían en la cárcel porque se había negado a derribar su chalé,
construido en el Parque Natural de Corralejo. Hasta aquí lo que he entendido de
las noticias, que me parece muy razonable. Lo que no he leído es que lo mismo
que la señora hicieron en los años ochenta dos grupos hosteleros, que
construyeron dos hoteles como sendas pirámides de Egipto justo en medio del
Parque, de tal manera que los alisos que traían el jable y lo iban amontonando
y convirtiendo en dunas de arena encontraron taponado su trayecto. Como
consecuencia, las dunas, que constituyen la esencia del Parque, se han ido
empobreciendo. Y ese mismo empobrecimiento lo he encontrado este verano
visitando parajes que fueron de difícil acceso hasta los años sesenta, cuando a
algún avispado se le ocurrió que el faro tenía que verlo todo el mundo y
barrenó la montaña para construir un túnel y trazó un camino donde había una
senda y luego lo asfaltó para que se pueda subir hasta en bici. Al llegar a
esta línea alguien sabrá ya a qué faro me refiero, pero no pienso revelar las
coordenadas, aunque hace tiempo que dejó de ser un paraíso para convertirse en un
sitio pintoresco. Igual aún podemos salvarlo de la urbanización definitiva.
27 nov 2015
Los cines inquietos
Comentaba el inolvidable José Antonio Tendero en sus penúltimos
tiempos que había dejado de hacer crítica de cine porque se habían llevado las
salas al extrarradio de Albacete y para ver películas había que ir de excursión
con la merendera. Una salida elegante, porque sabía que definitivamente estaba
exiliado del arte al que había entregado su pasión y su ingenio. Al irse se
llevó la pronunciación españolizada de los nombres americanos, Antoni Cuén o Jon
Uston, que había memorizado antes de que en España se inventara el inglés. Cuando
evoco al maestro, caigo en la cuenta de que las salas de cine de mi vida
también han ido mudándose y muriendo, como bombardeadas. Arrasaron el salón
donde los Salesianos nos proyectaban películas las tardes de los domingos. El ambiente
nervioso y dulzón de aquel patio de butacas pesa más que las decenas de
películas que vi, aunque me dejó huella aquella en que unos seres, mitad
tortugas mitad aspiradoras, absorbían el calcio de las personas hasta convertirlas
en estropajo. No he olvidado el nombre ni el silbido que emitían aquellos silicatos.
Tampoco la única vez que fui al cine de la mano de mi madre. La niñez cambia el
mapa de la ciudad, pero fue en El Productor y echaban Peter Pan. Los bocadillos
de tortilla y los espagueti western en la pantalla arrugada del cine de verano.
Ya en la adolescencia sobrevivimos a un programa doble en Carretas. Empezaba
con Crisis mortal, subtitulada La venganza del girasol. Aún oigo el tableteo
insorportable de una máquina de escribir y sigo buscándole sentido a aquella
infamia en el sopor de una tarde de agosto sin aire acondicionado. A los diez
minutos quedábamos tres espectadores. La segunda se llamaba Puño de hierro y era
también horrenda, pero nos gustó, por el abismal contraste. Luego desfilamos
por el Goya, el Carlos III, acudimos al primer extrarradio, al de Pryca, al de
Albacenter, a la romántica Candilejas, ahora a los Yelmo. Y sin embargo nos
queda la Filmoteca, magnífica recuperación de una sala en el corazón de la
ciudad. Será por esa costumbre de infancia que tolero peor las películas en la
tele y en el ordenador. No se sueñan igual.
21 nov 2015
Ese miedo no es nuestro
Los tableteos de los kalashnikov y las personas bomba de
París no desataron nuestro miedo de forma inmediata. Primero quisimos saber qué
estaba pasando, ya que las primeras informaciones fueron tan atropelladas y
dispersas que desorientaban más que ayudaban. El periodismo se ha tenido que
adaptar a nuestro afán de sincronía, de querer estar en nuestra vida y al mismo
tiempo en el lugar de la noticia. Por eso lo primero que nos sirve es confusión:
el ruido de las explosiones, las sirenas, las quejas de los heridos, las
evoluciones de la policía a la que persiguen los camarógrafos, por cierto
temerariamente. Antes de que nadie pudiera asimilarlo, cuando todavía las
piezas del rompecabezas estaban buscándose para encajar sobre el tapete, los
tertulianos ya adelantaban sus conclusiones. Esa es otra de las características
de la prensa actual: hay un grupo de enterados que medran emitiendo opiniones
antes de haberse estudiado los temas, antes de conocerlos, analizarlos y
dominarlos. A veces incluso se les presenta como expertos, para justificar su
presencia y reforzar lo que dicen. Y lo que dicen son demasiadas veces barruntos
unánimes, como si obedeciesen a una misma consigna. Las intuiciones de estos
oráculos nos situaron en una guerra abierta contra ISIS en la que salíamos
perdiendo. Como los medios compiten por ser los más seguidos, y como el morbo
vende, proliferaron los mensajes alarmistas hasta desatar una epidemia de
pavor. Es cierto que el terrorismo es un fenómeno imprevisible. Pero también es
cierto que este terrorismo lo han creado las armas e incluso el entrenamiento
de los ejércitos occidentales, y es cierto que crece gracias a que no se les
dejan salidas dignas, ni siquiera como refugiadas, a las personas que viven
donde está el petróleo que todos se disputan. Pero, más que los ataques de Mali
o de París, lo que nos está matando es que la mitad de los españoles siga en paro,
que los que trabajan no tengan un sueldo digno y que los que gobiernan digan
que esto va mejorando y que hay que seguir así. Esa es la guerra que estamos
perdiendo. La perspectiva de que eso no cambie, esa sí que da pánico de verdad.
12 nov 2015
Despertemos al diplodocus
El diplodocus es la educación. O más concretamente el
sistema educativo español. Desde hace unas semanas sale en las noticias. Mucho
menos que del separatismo catalán, pero aun así se está hablando de Educación
en España, lo que constituye una novedad esperanzadora. Lo ha conseguido José
Antonio Marina, filósofo toledano que le escribió una carta muy dura al nuevo
ministro de Educación instándole a que reaccionara para corregir los desmanes
de su antecesor, el aborrecido Wert. La desconcertante respuesta de Íñigo
Méndez fue encargarle a Marina que elaborara un libro blanco de la Educación en
España. Un libro blanco es una guía neutral para entender un problema. El
encargo implica reconocer que la educación española es un problema. José
Antonio Marina lleva décadas investigando la inteligencia y la educación; dirige
una universidad de padres; ha sido catedrático de instituto hasta que se
jubiló; es uno de los ensayistas más laureados de España. En resumen, es uno de
nuestros mejores especialistas en Educación. No tengo muy claro por qué, pero
no cae simpático entre sus colegas filósofos. El ministro tampoco le ha hecho
un favor porque en España cualquier encargo que proceda directamente de un
partido te encasilla sin remedio. Encima se ha divulgado que propone evaluar a
los profesores y pagarles en función de los resultados, y tiene encalabrinado
al colectivo. Tras leer su último libro, creo más bien que defiende que hay que
evaluarlo todo para corregir lo que falla y darle alicientes al docente. Afirma
en este libro que podemos mejorar la Educación española de forma significativa en
cinco años. Lo ha llamado Despertad al
diplodocus. Propone una conspiración en la que participemos todos, desde
las escuelas al Estado, pasando por las familias, las ciudades y las empresas.
Con pequeños pasos de cada cuál en su ámbito. No menciona cómo superar la falta
de diálogo entre los partidos y cómo vencer la hegemonía de la Iglesia
Católica. Pero está claro que tomar conciencia de que hay un problema y querer
cambiarlo son dos pasos fundamentales. Lo peliagudo es cómo lo hacemos. Pero me
apunto a soplarle en la oreja al diplodocus.
5 nov 2015
31 oct 2015
22 oct 2015
Decide el censor lo que es libertad de expresión
El Colectivo Puentemadera lo forman Javier Sánchez, Enrique Cerro, Elías Rovira y Esteban Ortiz |
La pasada semana el alcalde socialista de Chinchilla suprimió el
programa que el Colectivo Puentemadera venía realizando en la emisora
municipal. Llamó a uno de los responsables y le explicó que había recibido
presiones de Ciudadanos, porque no les gustaba lo que decían de ellos, y tenía
que cerrarlo.
16 oct 2015
Maniobras en la oscuridad
La primera de las armas, la más antigua y poderosa, es la mentira.
Que el enemigo no sepa lo que pasa o crea que pasa otra cosa. Me pregunto si en
unas maniobras militares como las que se están desarrollando en Chinchilla,
además de conjuntar criterios y probar tácticas, técnicas y novedades
armamentísticas, los aliados afinarán también el modo de desinformar al
enemigo.
8 oct 2015
Basta ya de palabras, un gesto
Transcurridos cien días de la marcha de Cospedal de Castilla-La
Mancha, en Educación parece que no se ha ido. Se restituyeron unas escuelas
rurales, pocas. Hubo lío en la adjudicación de los interinos, que podía
achacarse a que los nuevos acababan de llegar. Pero ahora han pasado cien días
y no caben excusas.
2 oct 2015
El fútbol de los recreos
Asisto una vez más en el recreo al espectáculo por excelencia, el
de un número indeterminado de chiquillos que se disputan un objeto pardo, y lo
persiguen en bandadas por el patio del instituto. Casi no caben, pero eso no
parece hacer mella en su entusiasmo. El número varía. Son muchos los que están
atentos a las evoluciones del juego, participando con plena atención, aunque transcurra
en la otra punta durante la mayor parte del tiempo y apenas lleguen a contactar
con el ansiado móvil dos veces o ninguna en todo el recreo. Como si el hecho de
mantener su posición fuera estratégicamente importante.
24 sept 2015
Apátrida como Trueba
Al recoger el Premio Nacional de Cinematografía, el director
Fernando Trueba dejó mudos a todos, incluido al Ministro de Cultura, al afirmar
que nunca se ha sentido español, ni cinco minutos. Sus palabras resonaron
incomprensibles, como si las hubiera dicho en chino, en medio del insoportable furor
patriótico de la Campaña de Catalunya. Pero qué bien le entendemos los
castellano-manchegos. El otro día, un buen amigo andaluz se esforzó tanto en halagarnos
que gritó alborozado: «Viva Castilla-la Mancha». Se creó un bovino silencio.
Ninguno de nosotros, castellano-manchegos, había emitido nunca ese vítor. ¿Qué
demonios es ser castellano-manchego?
19 sept 2015
Leyendas que sostienen piedras
Se da por hecho que el patrimonio monumental se compone de
piedras, sillares y tejas. El turismo contradice esta creencia. Las piedras importan
poco si no hay detrás una leyenda. Son las leyendas la que sostienen el
patrimonio, no el patrimonio el que sostiene las leyendas. Hay castillos que
conservan su estructura casi completa y siguen siendo invisibles y hay otros,
como el de Polop de la Marina, del que no queda prácticamente nada excepto el
aljibe. Su castillo fue desmontado, hundido y terminó siendo cementerio. Pero a
la vuelta de los siglos convoca al turismo desde la memoria de lo que fue.
11 sept 2015
Reencuentro
He oído muchas veces que el Recinto Ferial está desaprovechado,
que es un derroche mantener un edificio solo para diez días al año, que habría que
buscarle alternativas. Pero todos los proyectos que han intentado ampliar su
utilidad han resultado efímeros cuando no fallidos. Desde 1783 el Recinto
Ferial ha hecho honor exlusivo a su nombre. Por eso repetía tanto Juan José
García Carbonell que Albacete quiere tanto a su Feria que le ha puesto casa. Y ese
desajuste entre la intensidad de unos días y el vacío del resto del año acaba
creando un fenómeno psicológico exclusivo de los albaceteños, los únicos que
experimentamos esta singularidad.
6 sept 2015
Manolo Castillejos
Manolo Castillejos, a la izquierda |
29 ago 2015
La poción mágica
Parece que nos molestan los tramposos, pero es solo una pose. En
realidad solo nos molesta que los demás lo sean. «Todo el mundo tiene un precio
y yo puedo comprar a cualquiera», farfulla Donald Trump, ese energúmeno
multimillonario que aspira a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Y
lleva razón. ¿Quién renunciaría a tomar una poción mágica que le insuflara
superpoderes, aunque fuera por un rato? Yo creo que nadie. Seguro que el lector
se autoexcluiría. Pero imagínese que esa poción le va a permitir ganar una
competición deportiva de los campeonatos del mundo de Atletismo, o los de Natación,
o el Tour de Francia, que va a granjearle la satisfacción de derrotar a todos,
de subirse a lo más alto del podio, de recibir una medalla y llorar un poco
mientras suena el himno y las cámaras recogen cada parpadeo.
22 ago 2015
El blanco y negro destiñe
Se ha muerto Lina Morgan y con su muerte cae la persiana de una
generación. Hace unas semanas fue José Sazatornil y antes Marujita Díaz. Se
difumina el horizonte en blanco y negro al que miraban mis padres cuando
querían escapar de su vida. Para mi madre Lina Morgan era un mito, la que
partiendo de la nada supo conectar con el público de su época y supo hacer de
su arte un negocio, el arte supremo de ser a la vez empresaria y actriz. A mí su
pierna cruzada en garabato y sus muecas me fueron haciendo menos gracia a
medida que me alejaba del punto de vista de mis padres y llegó un momento en
que no me hacían gracia en absoluto, lo que por supuesto no deja de ser una
impresión subjetiva.
15 ago 2015
Ver las estrellas
La luz de esas estrellas ya ha ocurrido, escribió Carlos Marzal. Viene
hasta nosotros recorriendo distancias que no caben en la imaginación de un
niño. Algunas se apagaron, pero su oscuridad definitiva todavía falta mucho
para que llegue hasta nosotros. Puede que alcancen a verla nuestros nietos, o
nuestros descendientes mucho más lejanos, que en este momento tampoco acertamos
a imaginar cómo serán. Seguimos viendo la luz que esas estrellas fueron. Y en
medio del océano indescifrable del cosmos, vemos también oscuridades donde tal
vez los primates de los que descendemos atinaron a ver un astro que todavía
brillaba.
8 ago 2015
El poder de las ondas sonoras
El otro día, estaban en Siria un grupo de terroristas cantando,
con las bombas ya preparadas, y de pronto saltaron por los aires. Igual la
vibración de sus cantos actuó como detonante. No olvidemos que los gorgoritos
de una soprano pueden quebrar una lámpara y hasta una vajilla entera. Y sin
alzar la voz, se ha comprobado que al colocar dos relojes de péndulo en la
misma pared, al cabo del tiempo los péndulos terminarán acompasando su vaivén. La
ciencia ha tardado en encontrar explicación al fenómeno, hasta que se ha
descubierto que el ruidito de los relojes y la vibración que transmiten a la
pared va operando lentamente en los mecanismos y haciendo que confluyan.
24 jul 2015
Buscando un árbol con nombre propio
Estos días, colaborando con Vicente Benlloch en su libro sobre
árboles singulares de la provincia, me he dado cuenta de que no hay un árbol al
que pondría nombre propio. Planté un pino, o dos o tres, porque había que
hacerlo. Como escribir libros y tener hijos. Pero los pinos los perdí de vista
enseguida. No tengo ni la más remota idea de dónde paran. En cambio sé que
desaparecieron las moreras a las que iba con mi padre a recoger hojas para los
gusanos de seda. Y también un olmo enorme que estuvimos viendo una madrugada
entera, mientras caminábamos a La Marmota. Ocurrió en la adolescencia. Parecía
que no íbamos a llegar nunca a su altura. Nos sirvió de guía y estímulo. Pero
llegamos. Y quedó atrás para siempre. El otro día me di cuenta de que ya no
está.
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