6 sept 2015

Manolo Castillejos

Manolo Castillejos, a la izquierda
Manuel Castillejos Sielva fue uno de los artífices de que el voleibol femenino albaceteño viviera un periodo prodigioso. Entrenó al equipo que ganó la liga y la copa de España en la temporada 1995-96. Y siguió entrenando. En 2013 aún ganó el campeonato regional con los infantiles. En agosto de 2014 se lo llevó «una dura enfermedad». Ayer el voleibol albaceteño le rendía un merecido homenaje. Me enteré de su muerte con un año de retraso, al leer la noticia. Y duele.
Porque Manolo era mi amigo desde que estudiamos en la Universidad Laboral, hace tanto tiempo que da vértigo contarlo. Aunque, como cantaba Serrat: «decir amigo / no se hace extraño / cuando se tiene / sed de veinte años». Cierto que apenas nos vimos unas pocas veces desde entonces, pero aun así el hachazo de su muerte ha removido los cimientos de mi vida. Lo recuerdo contando entusiasmado cómo picaban los antebrazos tras recibir uno tras otro los pelotazos que le enviaba, subido en una silla junto a la red, su entrenador de entonces, Arturo Lozano. Y cómo chinchaba que te hicieran una finta cuando saltabas con los brazos estirados para un bloqueo y veías pasar la pelota junto al sobaco, con el rabillo del ojo, sin poder hacer nada más que seguir su recorrido hasta el suelo. Eran sensaciones que nos resultaban exóticas a los futboleros, que solo concebíamos la iconografía del fútbol. Y Manolo tenía gracejo para contarlas. Recuerdo que volvimos del viaje de fin de curso en autoestop desde Valencia porque a él le apetecía correr esa aventura y yo lo seguí con el gregarismo de la adolescencia y la amistad. Lo completamos en varias etapas porque no nos subía nadie; salimos a las nueve y llegamos casi de noche después de pasar horas aguardando en Bonete que alguien se apiadara de nosotros. Todavía me río escuchando sus maldiciones, y tantos otros momentos aparentemente intrascendentes, hablando de mozas que nos gustaban, de su devoción por la ufología y los libros de Von Däniken. La amistad en esa edad cabe en unos flashes, pero no se borra. El éxito deportivo le llegó después y la vida de verdad y la muerte en la que, aunque tarde, muero con él un poco.

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