24 sept 2015

Apátrida como Trueba

Al recoger el Premio Nacional de Cinematografía, el director Fernando Trueba dejó mudos a todos, incluido al Ministro de Cultura, al afirmar que nunca se ha sentido español, ni cinco minutos. Sus palabras resonaron incomprensibles, como si las hubiera dicho en chino, en medio del insoportable furor patriótico de la Campaña de Catalunya. Pero qué bien le entendemos los castellano-manchegos. El otro día, un buen amigo andaluz se esforzó tanto en halagarnos que gritó alborozado: «Viva Castilla-la Mancha». Se creó un bovino silencio. Ninguno de nosotros, castellano-manchegos, había emitido nunca ese vítor. ¿Qué demonios es ser castellano-manchego?
¿Cómo se puede ser nacionalista en una autonomía que es un refrito de provincias que no se conocen ni se reconocen? El nacionalismo te nace de madre o no te nace. Se es nacionalista desde lo pequeño hacia lo grande. Si uno ha conocido lo grande, lo extranjero, lo mundial, antes que el chamizo propio, puede salirnos apátrida. Seguro que Trueba tuvo una educación foránea que le despertó la inteligencia a través del idioma. Por eso no se siente de aquí aunque se haya criado aquí y le den aquí los premios nacionales. Por eso le hubiera gustado que los franceses hubieran ganado la Guerra de la Independencia. Ahora nos parece una barbaridad, pero muy pronto veremos esta desorientación patriótica como cosa normal. En cuanto crezcan los alumnos de la ESO que estudian Historia en inglés o francés, en secciones bilingües. ¿Cómo se puede estudiar la Historia de España en francés y luego no ir con los franceses en la Guerra de la Independencia? En cambio, viendo jugar al baloncesto no. Con el baloncesto recuperamos el patriotismo y nos colgamos al cuello una bandera si hace falta. Cierto que el otro día en la tele la Vicepresidente del Gobierno tenía cara de llevar una culebra en vez de una bandera, como si le apretara un poco. También el Rey. A lo mejor hacía calor. Menos mal que Nikola Mirotic, montenegrino hasta entonces, dijo aquello de «Gracias por dejarme ser un español más». Y Gasol, que perderá la nacionalidad española en cuanto Catalunya se independice, aplaudía a rabiar.


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