8 ago 2015

El poder de las ondas sonoras

El otro día, estaban en Siria un grupo de terroristas cantando, con las bombas ya preparadas, y de pronto saltaron por los aires. Igual la vibración de sus cantos actuó como detonante. No olvidemos que los gorgoritos de una soprano pueden quebrar una lámpara y hasta una vajilla entera. Y sin alzar la voz, se ha comprobado que al colocar dos relojes de péndulo en la misma pared, al cabo del tiempo los péndulos terminarán acompasando su vaivén. La ciencia ha tardado en encontrar explicación al fenómeno, hasta que se ha descubierto que el ruidito de los relojes y la vibración que transmiten a la pared va operando lentamente en los mecanismos y haciendo que confluyan.
Un trabajo paciente de las ondas sonoras, que tanto sirven para lo menudo como para lo estruendoso. En este último extremo, más allá de las bombas de los sirios, habría que poner las fiestas patronales, que se desarrollan con la premisa de que, a más potencia, mayor es el disfrute. Las orquestas verbeneras tienen su puntito, pero acaban a las cuatro. En cambio, los pinchadiscos, que ahora se apodan dj´s, son los dueños de la última hora, desde que acaba la verbena hasta que la luz del amanecer fulmina a los vampiros. Debe ser importantísimo para ellos que la palanca del volumen esté incrustada en el máximo. A los acostumbrados al envoltorio del silencio, casi cósmico, de Chinchilla, nos hacen rebotar contra las paredes y los cimientos del edificio, en las interminables madrugadas. Tocan, como quien dice, dentro de cada casa. Por si fuera poco, intercalan exabruptos como “que levante la mano la más puta” o “que levante la mano el más borracho”, para mantener enhiesto al personal. A la modesta objeción de que niños, ancianos, enfermos y madrugadores tienen derecho a dormir, aunque sea unas horas, sus defensores zanjan cualquier negociación con la coletilla de que las fiestas son cuatro días al año. Por lo visto hay que santificarlas al dios decibelio. Mientras alguien con cabeza limita los decibelios y tal vez los horarios y la orientación de los altavoces, solo cabe desear que tanta vibración no active la bomba de relojería que todos llevamos dentro.



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