22 ago 2015

El blanco y negro destiñe

Se ha muerto Lina Morgan y con su muerte cae la persiana de una generación. Hace unas semanas fue José Sazatornil y antes Marujita Díaz. Se difumina el horizonte en blanco y negro al que miraban mis padres cuando querían escapar de su vida. Para mi madre Lina Morgan era un mito, la que partiendo de la nada supo conectar con el público de su época y supo hacer de su arte un negocio, el arte supremo de ser a la vez empresaria y actriz. A mí su pierna cruzada en garabato y sus muecas me fueron haciendo menos gracia a medida que me alejaba del punto de vista de mis padres y llegó un momento en que no me hacían gracia en absoluto, lo que por supuesto no deja de ser una impresión subjetiva.
Tampoco Saza me pareció nunca un actor deslumbrante, más allá de su habilidad para escuchar con la nariz y la suerte de haber participado en películas de Berlanga y José Luis Cuerda en las que es probable que siga trabajando durante la posteridad. A Lina Morgan y Marujita Díaz, menos afortunadas en los títulos, se me antoja que les espera una digna disolución hacia el olvido, que como decía Borges es el destino final de todos, si bien unos llegan antes que otros. No creo que las películas en que actuaron consigan enganchar a las generaciones siguientes a la suya, que es lo que define a los clásicos. Pero Saza, Marujita Díaz y Lina Morgan pueden seguir intentándolo desde el purgatorio de Cine de Barrio, un programa que rescata la arqueología del cine español y que tiene su público. Por ejemplo el ministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo, que ha reconocido que lo sigue y que le gusta, lo que lo identifica como cinéfilo de tele y de sillón de orejas como mi madre. No habla en cambio de quitarle al cine español los grilletes del IVA, que  lo tienen acogotado. Hace muchos años, mi amigo el periodista Antonio Avendaño me confesó que veía películas españolas viejas para desentrañar por qué eran tan terriblemente malas. Éramos entonces estudiantes de periodismo y me pareció un empeño admirable. Hoy no. Con lo malo no hay que perder el tiempo ni para el análisis ni para la nostalgia. Y más habiendo tanto bueno por ver y a punto de cocerse.

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